La historia de Esperanza

Cuando nació nuestra hija, le pusimos el nombre que habíamos elegido: Esperanza. Pero luego, le detectaron varios problemas. Esperanza tenía las manos torcidas afuera, el mentón chato, y una hendidura en uno de los lóbulos. El médico especialista en genética que atendió a Esperanza nos dijo que padecía de síndrome de Zellweger, un desorden congénito que afecta al desarrollo cerebral...

Fue un shock muy grande escuchar

Fue un shock muy grande escuchar que la mayoría de los niños con esta enfermedad mueren antes de los 200 días de vida. No existe cura, era imposible que se recuperara, y no ha habido ningún sobreviviente hasta hoy. Sentí que todas mis fuerzas desfallecían. Mi esposo y yo lo acampañamos durante los 199 días de su vida.
Durante esos días, le demostramos mucho amor
Durante esos días, le demostramos mucho amor y fuimos felices a su lado. Luego de su entierro, le dije a mi esposo: “Estamos tranquilos porque sabemos que Esperanza fue al cielo. Pero la esperanza de volverla a ver no disminuye el dolor de su ausencia”. Luego de su muerte, nos costó mucho ir a la iglesia. Me parecía que era una hipocresía agradecer y alabar a Dios por la muerte de mi hija, hasta que un día, leí la historia de Job.

Cuando Job perdió a todos sus hijos
Cuando Job perdió a todos sus hijos y todas las riquezas que tenía, no se limitó a expresar su dolor y tristeza, sino que hizo algo más. Se postró sobre su rostro y adoró a Dios. El culto y la adoración en momentos de dolor y sufrimiento, nos hacen comprender que no tenemos ninguna capacidad para resolver problemas graves, sino que solamente el poder y la magnificencia de Dios de Dios puede llenar el vacío de nuestro corazón. Y así, recobramos la paz. (Las 33 semillas que provienen del cielo) redacción por Lee Ju-ik

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